miércoles, 13 de marzo de 2013

Agua

Leo en el Diccionario de símbolos que el mar "corresponde al [sentido] del océano inferior, al de las aguas en movimiento, agente transitivo y mediador entre lo no formal (aire, gases) y lo formal (tierra, sólido) y, análogicamente, entre la vida y la muerte. El mar, los océanos, se consideran así como la fuente de la vida y el final de la misma. "Volver al mar" es como "retornar a la madre", morir".  (Cirlot, 2010).

El lunes, cuando trabajábamos con Raquel Sánchez sobre el movimiento de Samia-Elena Esparcia cuando la barca zozobra, Raquel le dijo algo así: "tu cabeza va hacia tus caderas, como si estuvieras en la barriga de la madre". A veces estás en chándal, en calcetines, y no te das cuenta pero caminas sobre las mismas imágenes de los primeros pescadores. Los cuentos, y éste de Samia, desde su propio título, lo es, recogen las mismas figuritas y los mismos monstruitos enfrentándose una y otra vez.

Pudimos recoger una visión que en diciembre no llegamos a encontrar: el Mar Negro. Un lugar donde se han ahogado miles de hombres, mujeres, niños, radios y libros. En su día pensé en gente volando, pero no fue hasta el lunes cuando por fin logramos reunir suficientes patines, bicis y monopatines. Todo el mundo con su par de ruedas y ya podemos volar, como si las ruedas fueran alitas.

El rigor de Raquel nos hizo descubrir el murmullo de las ruedas. Tardamos un rato en encontrar ese sonido; y es que hubo que probar diferentes maneras de moverse: el monopatín, por ejemplo, no avanza fluidamente si el que lo lleva está de pie. Sin embargo Malcolm acabó tumbado en el suelo y arrastrándose con los brazos. Visto desde arriba es como un pez en una corriente marina. La bici, llevada por Sara, nos dio ese ritmo constante, esa circulación eterna.  ¿Y cómo pescar a Samia? Carlos, el pescador joven, se acerca a ella, quiere agarrarla. Samia, en patines, pasa delante de él una y otra vez pero tarda en comprender qué le ofrece esa imagen borrosa. Es bonito pensar en un fantasma curioso; siempre damos por hecho que los fantasmas lo tienen todo clarísimo y saben más que los vivos.

María Folguera

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