miércoles, 13 de marzo de 2013

Regreso al desierto

Le robo el título a Koltès, aprovecho para saludarle si nos está leyendo/viendo/ignorando, me gustaría que le gustara este juego.

Se lo robo porque después de varias semanas volvimos a arrancar la patera allí donde empieza el viaje, sobre el mapa de África oriental, camino a Libia. Pudimos explorar la canción de Nino Bravo como "primer himno oficial de Samia" (el segundo es el ya mencionado "Ma liberté" de Moustaki) con Carlos como angélico Nino. Yo quería que pudiéramos escuchar/imaginar claramente la segunda parte de la canción, cuando se habla de que comienza su viaje y le pegan un tiro mientras brotan de su pecho flores carmesí. Carlos montó un teatrito con sus gestos, mientras la patera ya ha arrancado (manos en las rodillas y a caminar rítmicamente, así se avanza por el desierto). Cuando la patera llega al campo de minas, y quiere seguir avanzando, el recurso de caminar rítmicamente ya está agotado -la canción es larguita-, y encontramos un pequeño movimiento muy de dibujo animado: piececitos girando rápidamente sobre sí mismos, todos apiñados.

Contaba con renunciar a la escena de los Gadafi. Además, Juan Carlos, es decir Al Saadi el Gadafi, estaba con gripe... pero apareció y nos desafió a todos. Acabamos hasta el cuello, bien metidos en la escena de los Gadafi. Y descubrí algo que había olvidado: yo daba por "fácil" esta escena, una pausa cómica sin más. Pero no. La escena es larga. Los Gadafi explican y explican, y los de la patera flipan y flipan. Pero pasan los minutos y no basta la posición del primer encuentro; aquello tiene que evolucionar. ¿Por qué no, ya que tienen algo de charlatanes, de vendedores, convertir aquello en un relato de verdad, en una función de bululú? La cabeza del padre, metida en un bote, ejerce de marioneta puntualmente. Los Gadafi montan un teatrillo con coreografía incluida (ellos también, está claro que aquí todo es un relato que abre otro y otro, como Las Mil y Una Noches). Los viajeros se impacientan cuando se les exige el precio de la entrada, y la tensión se acentúa.

María Folguera


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