sábado, 16 de marzo de 2013

SOBRE LA OBRA



La historia de la atleta somalí Samia Yusuf Omar me cogió por sorpresa. El 20 de agosto de 2012, mientras leía el periódico, encontré su cadáver en la sección de deportes. Intentaba cruzar el estrecho para poder entrenar en Europa y su patera naufragó cerca de la costa de Italia. Una noticia trágica, sin duda, cargada de esta extraña ironía que tiene la realidad. La idea de escribir una obra sobre ello dentro del “Laboratorio En Blanco” de la Cuarta Pared ganó  un contenido formal, e incluso ideológico, cuando decidí contarla como una fábula y utilizando las herramientas de la comedia. Lo más normal sería retratar esta historia como un drama realista, la decisión de no hacerlo implica una búsqueda que nace de dos objetivos. El primero es intentar ofrecer al espectador algo más de lo que puede encontrar en la propia noticia de la prensa. En este caso la fábula abre un abanico de posibilidades, metáforas, reflexiones e imágenes y me permite escribir sin las ataduras de la realidad. El segundo objetivo parte de la creencia de que la comedia puede denunciar una realidad con la misma contundencia que un drama o una tragedia, a pesar de ser un género muchas veces denostado. El público que decide ir a ver una obra realista o documental sobre la inmigración seguramente ya está sensibilizado con el tema y, probablemente, piensa lo mismo que el autor. Para llamar la atención de la sociedad sobre un evento real, quizás sea igualmente importante intentar llegar a aquel público que no es sensible al tema, que lo ignore o incluso que tenga una opinión contraria a la del autor. En esos casos, tanto la comedia como la fantasía pueden ayudar a romper una barrera inicial que quizás el drama realista o el teatro documento no consiga. 

En “Delitos y Faltas” de Woody Allen el personaje de Alan Alda dice que “comedia es tragedia más tiempo”. Que los eventos trágicos pasados pueden ser revistados desde la comedia. En “la increíble historia de la chica que llegó la ultima” la intención no es reírnos de Samia, sino colocarnos en su piel y vivir su drama con  la misma ironía con la que vivimos nuestras propias desgracias. Cuando decidí narrar la historia de Samia, lo hice porque me toca profundamente, porque el tema que se desarrolla en la obra, la inmigración, me obsesiona desde hace años. La historia de Samia la siento como mía, aunque nuestras realidades sean muy distintas, y me gustaría lograr que cada espectador al final de la obra también la sintiera como suya.

Carla Guimarães

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