jueves, 14 de febrero de 2013

¡Con cien cañones!

En el mar: olas rítmicas, viento, un transatlántico que hace peligrar la estabilidad de la barca. Piratas. Soledad. La intervención de Dios. Ayer continuamos trabajando en la segunda parte de la travesía, las escenas en el mar, utilizando las herramientas que nos han propuesto Irene (voz) y Raquel (movimiento). Seguimos insuflando aire a la escena de los piratas,ese extraño juego de tres niveles, en el que hay que apropiarse del texto para luego vaciarlo de sentido y a la vez encontrar acciones e intenciones simultáneas muy claras y sencillas. Uf.


En la sesión con Irene, encontramos que la voz podía convertirse en un arma. Sin embargo, a medida que la interpretación se hace más "naturalista" (por llamar de alguna manera a dos tipos que llevan un palo a modo de metralleta y se pasean por una patera invisible, trazada por la imaginación en el espacio entre cuatro actores) usar la voz como un sonido capaz de matar a otro personaje rompe el código. Apunto que para próximas sesiones habrá que incorporar antes el juego con la voz, desde la  primera aparición de los piratas. A ver si conseguimos conciliar estas capas.

Por la noche, pusieron por la tele "Los intocables de Elliot Ness"`. En una escena, Robert de Niro/Al Capone,  con un bate de béisbol, en la que Al Capone explica a sus socios qué significa jugar en equipo. Los que le escuchan se creen cómplices de la situación. Pero, en un gesto, el bate abandona el espacio del juego y la metáfora.



La escena de los piratas también empieza con un malentendido. Pero, a diferencia de la escena de Al Capone, el malentendido no se genera a través del contenido de un discurso, sino por la incomprensión mutua de los idiomas. En ambas, la aparición de un elemento (un objeto, una presencia) es acogida al principio como algo benévolo. A Al Capone le basta un gesto para transformar la reacción de los confundidos, y se acabó la  metáfora. Los piratas no se preocupan en cambio por engañar a los viajeros, pero no les importa prolongar un poco más su inquietud.

María Folguera

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