martes, 12 de febrero de 2013

El viaje


Ayer, día 12 de febrero, en la cuarta sesión del laboratorio –¿cómo conseguía Colón escribir recto en su diario?-, avistamos el mar. Y el campo de minas. Los actores, trabajando con Irene Martín Guillén, asesora de voz, dedicaron parte del día a dibujar en el aire explosiones y olas. Irene y yo habíamos planteado la primera parte de la sesión como un espacio en blanco para que trabajaran sobre el sonido de una mina. Irene se había documentado sobre las diferentes fases que atraviesa el sonido en una explosión. Los actores trabajaron estas diferencias: explosión, material rocoso rompiéndose, humo y polvillo cayendo. Luego lo aplicamos a la escena en la que la patera va por el desierto y se encuentra la mina. Los actores, guiados por Irene, crearon dos tipos de explosión: la que denominamos “realista”, en la que el sonido intenta imitar el sonido real, y la “onomatopéyica”, en la que el sonido se articula en sílabas y onomatopeyas. Cuando comparamos las dos dentro de la escena, vimos que con la “onomatopéyica” ganábamos en expresividad. Los actores podían implicarse más físicamente y dibujar más libremente la escena. Algo coherente con la línea seguida hasta ahora, en la que Samia es la artífice de la historia.

En cuanto al mar, exploraron intensidades y tipos diferentes: mar en calma, viento que azota. Jugaron con la “orquestación coral”, en cuanto que uno de los actores hacía de viento, otro dibujaba la ola y otro la resaca que la ola dejaba tras de sí. Esto hacía ganar tridimensionalidad a la escena. Irene puntualizó que toda ola que se acerca tendrá un tono agudo, y la que se aleja, grave.

El sonido siempre tiene algo rítmico que evoca las olas. Al utilizarlo en la escena en la que están navegando y se acerca un transatlántico, jugamos con la ruptura individual del ritmo, para luego reincorporarse. Eso generaba la imagen de agitación e inseguridad propia de una tormenta. Vimos qué pasaba cuando los actores incorporaban el texto a la creación sonora del espacio.

Carlos  y Juan Carlos recrearon el buque que se acerca. Trabajaron con Irene el efecto sirena, crear una lejanía o una cercanía progresivas.

En la última parte de la sesión, abordamos la escena de los piratas. Con Irene trabajamos el uso de la voz como arma. Primero acariciando, generando una cercanía inquietante, luego utilizándola como ametralladora. Para la ametralladora no usamos la onomatopeya, sino una frase; es el cambio de intensidad lo que vira radicalmente la atmósfera de la escena, y la reacción de los otros personajes, que gritan de pánico, después de una “calma chicha” extraña.

Trabajar la escena de los piratas significó buscar claves para la interpretación de Carlos y Juan Carlos. He querido probar una solución diferente a la que propone la dramaturga, unos piratas escapados de un libro de aventuras. Lo hemos jugado en clave realista, como si fuera un atraco de verdad. Algo muy complejo teniendo en cuenta que el texto es la “Canción del pirata” de Espronceda. Pero probamos a romper los significados, prosificando el texto y haciendo rupturas y pausas. Dimos un subtexto muy sencillo a cada estrofa y Carlos y Juan Carlos tuvieron libertad para improvisar, metiendo frases propias, para que se sintieran más cómodos con el texto.  Además, trabajamos algo que hasta ahora no había surgido –esta escena ya la trabajamos en En blanco con Carla, en diciembre- : los piratas tampoco entienden el idioma de los del barco, y se esfuerzan, aunque sea por jugar con ellos, en entenderlos. Hasta ahora, siempre dábamos por hecho que los piratas no escuchaban el texto de los viajeros, simplemente los observaban y escuchaban físicamente.

Hoy continuamos trabajando las escenas de la patera y el viaje, aplicando las herramientas que nos han proporcionado el trabajo con Irene y Raquel.

María Folguera

No hay comentarios:

Publicar un comentario